Estoy acostumbrado a acostumbrarme / con el insignificante sentido de las palabras / y no sé si el hombre le dio horas al tiempo / o el tiempo horas al hombre. Estoy libre en mis prisiones / calma siniestra por escapar / y no sé si los dioses crearon / el mundo para los hombres / o los hombres el mundo para los dioses / Estoy viviendo mi muerte / tácito pasillo que aborrece de oscuridad / y no sé si soy yo quien intenta escribir / o escribe quien intenta ser yo. "Hombre" de Fabricio Simeoni

7 de mayo de 2008

Manchas

Miro el piso. Descubro manchas en el laberinto de madera que lo reviste. Con los matices de esas manchas imagino un arco iris en degradé pero no al modo de una escala de colores descompuestos sino como una paleta gigante de pigmentaciones pardas; algo así como un pentagrama de robles, cedros y caobas que varían sus tonalidades según el brillo que les pinte el resplandor que ingresa desde la ventana.

Hay tablas más grandes, más chicas, más largas, más cortas y muchos tornillos y tarugos clavados irregularmente. Ensimismado, sigo mirando hacia abajo. No puedo dejar de hacerlo. Hasta siluetas descubro en cada una de sus formas. Persisto examinando, entonces, más y más manchas en la superficie. Como si se multiplicaran o pertenecieran a diferentes arco iris, no sé si me explico…

Sólo necesito unos pocos segundos para comprender que esas visiones me gustan, aunque acaso sea el único en advertir tales cosas. Y también para asustarme si lo pienso con mayor detenimiento. Resignado, mientras tanto, prefiero conformarme apenas con rechazar la idea que, probablemente, algo no termine de encajar del todo bien dentro de la cavidad que cubren mis, ahora, blancos cabellos.

El piso y las manchas, por su parte, prosiguen allí.

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