Augusto y los cuervos
Augusto fue protagonista de una historia surgida al amparo de un corazón desnudo y empujado a desgajarse para evitar que todo no fuese solamente la suma de sus partes: ofreció en retazos jirones de lo que tuvo y eso nunca le alcanzó para satisfacer a nadie. A ojos de los demás siempre era un espejismo de lo que podría haber sido; en la realidad, apenas, un discreto sobreviviente de su propia melancolía.
El día que decidió entregarse a alguien se preguntó si eso sería suficiente como muestra de una pasión, si navegar entre las piernas de aquella mujer sería la travesía que había soñado y ocurrió que fue tanto el gusto que le encontró que comenzó a beber de ella hasta embriagarse, dejándose llevar con prisa y sin pausa y perdiendo de a poco la conciencia.
Y siguió y siguió.
El dulce tránsito que había imaginado pareció complacerlo en largos momentos y darle razón a sus ilusiones pero no: su naufragio no fue más que una paleta de dolores repetidos donde reflejarse, un marasmo que devoró su gastada rutina para saciar el apetito de un tiempo que se le antojaba lejano y amargo a la vez. Nunca comprendió el arribo de la hora del final.
Y siguió y siguió.
Lo he visto antes y nos hemos vuelto a cruzar después. Nadie puede presumir inmunidad a estas circunstancias y tampoco hablar de trampas vulgares o lecciones mal aprendidas aunque se trate de una sucesión de golpes de mala suerte o del azar de cada uno. Augusto, el protagonista de una película dentro de su misma historia, no ha sido más que una prolija mesa servida; el previsible festín de despojos luego de la acostumbrada cena de los cuervos.
Estoy acostumbrado a acostumbrarme / con el insignificante sentido de las palabras / y no sé si el hombre le dio horas al tiempo / o el tiempo horas al hombre. Estoy libre en mis prisiones / calma siniestra por escapar / y no sé si los dioses crearon / el mundo para los hombres / o los hombres el mundo para los dioses / Estoy viviendo mi muerte / tácito pasillo que aborrece de oscuridad / y no sé si soy yo quien intenta escribir / o escribe quien intenta ser yo. "Hombre" de Fabricio Simeoni
6 de julio de 2008
Apostillas urbanas
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