
La acción de caminar siempre me pareció tan perfecta y placentera como difícil de explicar.
En realidad lo difícil ha sido intentar, sólo eso, describir el placer que me proporciona marchar sin rumbo, por y para cualquier lugar.
Quizás sea una forma de libertad mal entendida, si es que hay una. Quizás no. Quién sabe.
Para completar estos datos me faltaría agregar que si las caminatas son con lentitud, como si una terrible modorra jalonara mis pasos, mucho mejor aún.
En cualquier caso lo cierto es que esta sensación me acompaña desde hace muchos años y no me atrevería a asegurar con exactitud desde cuándo. Resumiendo: la llevo conmigo desde que me acuerdo.
Remontarme a las más viejas, por citar un ejemplo, sería evocar aquellas nocturnas que hacíamos, de la mano, con mi tío Gerónimo hasta la esquina de Santa Fe y San Martín cuando yo lo acompañaba a comprar la edición vespertina del diario La Razón.
En ese lugar nos esperaba Vicente, el canillita, quien parecía conocer de toda la vida a mi tío por el modo y el trato que ambos se dispensaban. Esa era la imagen que me entregaban cada vez que prestaba atención a las conversaciones que tenían entre ellos.
Quizás sea una forma de libertad mal entendida, si es que hay una. Quizás no. Quién sabe.
Para completar estos datos me faltaría agregar que si las caminatas son con lentitud, como si una terrible modorra jalonara mis pasos, mucho mejor aún.
En cualquier caso lo cierto es que esta sensación me acompaña desde hace muchos años y no me atrevería a asegurar con exactitud desde cuándo. Resumiendo: la llevo conmigo desde que me acuerdo.
Remontarme a las más viejas, por citar un ejemplo, sería evocar aquellas nocturnas que hacíamos, de la mano, con mi tío Gerónimo hasta la esquina de Santa Fe y San Martín cuando yo lo acompañaba a comprar la edición vespertina del diario La Razón.
En ese lugar nos esperaba Vicente, el canillita, quien parecía conocer de toda la vida a mi tío por el modo y el trato que ambos se dispensaban. Esa era la imagen que me entregaban cada vez que prestaba atención a las conversaciones que tenían entre ellos.
Ahora sé, también, que deben haber sido absolutamente intrascendentes pero que ambos eran lo suficientemente educados como para verse las caras todos los días e intercambiar, nada más, que el pasquín y unas pocas monedas.
2 comentarios:
gracias
por trasladar mi memoria a tantas caminatas placenteras
sinceramente, gracias
trenzas
el agradecido por tus palabras soy yo, trenzas
de verdad
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