Si tenés comprado el ticket para ir a
ver una mega banda que en su mejor época supo integrar el podio de las más
grandes de su tiempo, si el clima de la noche acompaña con una temperatura
ideal, si estás en el lugar que querés estar para disfrutar de algo que te
gusta mucho, si estás acompañado por alguien que comparte ese mismo gusto por
los recitales o quizás más; entonces uno puede preguntarse casi como un chiste:
¿Qué puede salir mal?
Algunos dirán que nada; otros, en
cambio, que si el diablo mete la cola todo puede irse por la borda y
desbarrancar sin remedio. Y no se trata de ningún chiste, por cierto, y es que un
poco de todo eso fue lo que sucedió en el inolvidable show que los Guns n´
Roses ofrecieron el último día de septiembre de 2022 ante unas 70000 personas
(si no más). Y ese fue una parte del problema sumado a nuestra tardía llegada
al estadio que impidió ver Airbag, banda que ofició soporte y llegaba con
buenos comentarios.
Entrada caótica con cinco cuadras de
cola a menos de diez minutos provocaron que, atendiendo la extrema puntualidad
para largar el concierto, miles de concurrentes ingresáramos con el show
empezado.
Peor fue la sorpresa al llegar a la
ubicación adquirida ya que todas las bocas de acceso a las tribunas estaban
colapsadas de gente que pugnaba por entrar al sector de plateas lo cual generó
desde insultos y amenazas hasta los previsibles apretujones y demás molestias
que podrían haberse evitado tan sólo colocando gente de la organización del
evento ordenando la entrada a cada sector del estadio.
Las 3 primeras canciones sólo fue
posible escucharlas ya que la marea humana atascada en el ingreso impedía
visualizar no solamente el gigantesco escenario sino también el campo de juego.
En una palabra: era imposible acceder a la tribuna donde teníamos las plateas.
Perdidos por perdidos decidimos bajar
desde lo alto de la tribuna Sívori hasta el ingreso en la planta baja donde,
previa charla y discusión, se nos asignó una nueva ubicación digamos… menos peor y
menos caótica.
Y fue desde allí, desde la platea
Sívori Media, pudimos observar y disfrutar en condiciones medianamente
razonables un show que no estaba en mis cálculos más optimistas y eso por
varios motivos: en primer lugar porque Axl Rose luce saludable a pesar de los
años, los maltratos al cuerpo y sus propios fantasmas.
La voz, tan rosca, cascada e
inconfundible de siempre se conserva y aparece bancando temas con una polenta
similar a la de hace 30 años que fue cuando pisaron estas tierras por primera
vez. El hombre, ahora un tanto excedido de peso y algo calvo se las ingenia
para moverse y correr con las lógicas salvedades del paso de los años.
Sin embargo, su compinche pelilargo,
ruliento, con su infaltable galera y gafas negras se observa inoxidable, tanto
física como artísticamente. Un despliegue de talento musical empuñando diversas
guitarras que produce asombro al más distraído mientras te va llenando de rock
por todos lados.
Porque de eso se trató en definitiva:
fueron 3 horas exactas donde nadie se guardó nada, ni la banda ni el público
que soportó todos los destratos que le propinó la organización y estamos
hablando de una asistencia que superó (casi con seguridad) la cantidad de
entradas vendidas.
Todo eso no importó a la hora de
hacer temblar el cemento al compás de todos los clásicos porque no quedó
absolutamente ninguno sin tocar que tuvo una yapa inolvidable para los amantes
de los Beatles: el tema Paciencia arrancó con una intro que fue ni más ni menos
que Blackbird. Aquí fue una respetuosa y ajustada versión acústica para dar
paso al tema mencionado, lo mismo que el cierre ya con el público enfervorizado
y la banda en un crescendo imposible de frenar desde 45 minutos antes del
cierre con los bises más esperados.
Ese final llegó casi con la misma
formación que inició esta historia luego de muchas idas y vueltas y egos
encontrados para hacerle honor a su propio apetito por la destrucción y
boicotearse casi hasta la disolución.
Han vuelto, es cierto que sin nuevos
materiales originales pero también es cierto que han encontrado un set donde no
falta ni sobra nada y que para llevar adelante hay que mantenerse en plena forma
porque ofrecen 180 minutos de rock´n roll en estado puro (incluyendo las
desprolijidades que eso significa) en una versión tan salvaje como uno pueda
imaginar y con el talento y el oficio que estos Guns´n Roses modelo 2022 son
capaces de brindar.
¡Salute¡ ¡Larga vida a Axl, Slash y
demás compinches¡
El rock y nosotros nos sacamos el
sombrero en este recital de lujo.
Están vivos y eso, tratándose de este
tipo de gente, no es poco. Es, podría decir sin temor a equivocarme, casi un
verdadero milagro.
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