Estoy acostumbrado a acostumbrarme / con el insignificante sentido de las palabras / y no sé si el hombre le dio horas al tiempo / o el tiempo horas al hombre. Estoy libre en mis prisiones / calma siniestra por escapar / y no sé si los dioses crearon / el mundo para los hombres / o los hombres el mundo para los dioses / Estoy viviendo mi muerte / tácito pasillo que aborrece de oscuridad / y no sé si soy yo quien intenta escribir / o escribe quien intenta ser yo. "Hombre" de Fabricio Simeoni

16 de abril de 2012

Diario de viaje al fin del mundo

Remolcador Enrique - Muelle de Yacimientos Carboníferos Fiscales
Río Gallegos - Santa Cruz
Camino entre los restos de un muelle abandonado. Nada se escucha salvo el sonido del viento que viene a mi encuentro golpeándome la cara.

Sobre las piedras, el casco de un viejo barco es testigo de la desnudez del paraje, de la invasión de recuerdos que alimenta mi memoria.

Todo asoma lejano en estas latitudes, y hasta el mundo se refleja a una distancia tan perceptible que estremece.

Inmóvil, del otro lado de la ría, el paisaje destella en fragmentos su más profunda monotonía: aridez, frío, gaviotas, apenas un tenue sol dibuja las horas que restan hasta la irrupción de la noche en el centro de la escena.

Mientras tanto, el tono de un gris persistente consume el tiempo y la historia de esta tierra de arbustos amarillentos, casas bajas, gente silenciosa.

Sólo parece haber lugar para que sobreviva el viento con su inhóspita belleza, acaso el mismo que muestra una esquiva silueta de mujer disimulada en su agonía.

Lo pienso, lo digo en voz baja como queriendo convertir esa imagen en una presencia, en una certeza inapelable.

Y es apenas un suspiro, un bocado de extraño sabor comprender que no lo consigo.

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