Terapia Ocupacional Pilares del Rosario |
Uno por uno, con paciencia y esfuerzo, abrocho doce palitos para tender la ropa en un escuálido trozo de madera numerado hasta el seis.
Voy levantando un pequeño árbol con los temblores más persistentes que los dedos de mis manos pueden fertilizar, y supongo cada broche como una rama florecida sobre ese imaginario tronco que los sostiene a sus costados.
Voy levantando un pequeño árbol con los temblores más persistentes que los dedos de mis manos pueden fertilizar, y supongo cada broche como una rama florecida sobre ese imaginario tronco que los sostiene a sus costados.
Al terminar, sentado frente al espejo, contemplo el resultado de otro día de terapia; sólo que esta vez se parece, por así decirlo, a una rara especie de parkinsoniano bonsai.
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