Estoy acostumbrado a acostumbrarme / con el insignificante sentido de las palabras / y no sé si el hombre le dio horas al tiempo / o el tiempo horas al hombre. Estoy libre en mis prisiones / calma siniestra por escapar / y no sé si los dioses crearon / el mundo para los hombres / o los hombres el mundo para los dioses / Estoy viviendo mi muerte / tácito pasillo que aborrece de oscuridad / y no sé si soy yo quien intenta escribir / o escribe quien intenta ser yo. "Hombre" de Fabricio Simeoni

23 de marzo de 2022

Anochece en la ruta - La Titanic

En los primeros días del mes de marzo recibí un flyer enviado por Beto Frangi anunciando la presentación de un grupo llamado La Titanic en la Casa del Bicentenario y, como siempre, invitando a transitar algo menos de cien kilómetros para ver un show en el cual, como sucede hace algún tiempo, parece tener activa participación en la organización del espectáculo,

Me comuniqué con Marqui y nos dijimos que esta vez no podría ni debía haber excusas: íbamos a estar ahí para deleitarnos con lo que fuera que hicieran Tito Losavio, Miguel Zavaleta, Gringui Herrera y Fernando Samalea; que algo bueno tenía que salir de semejante grupo de músicos y pusimos manos a la obra para armar el viaje buscando a alguien que nos llevara hasta allá.



La Titanic

Y así, sumando a Pablo Crash y Patricio Valverde, empezó a tomar forma la breve excursión hacia la otrora Capital Argentina del Mueble; que vamos en taxi, que dormimos en un hotel, que vamos en colectivo, que nos pedimos un remise trucho y diversas alternativas se barajaron hasta que confirmamos a David para nuestro traslado quien, para nuestra sorpresa, pidió si podíamos conseguirle una entrada, ya que le gustaba lo que iríamos a ver.

Restaba únicamente aguardar la llegada del día y la hora señalada para iniciar el ansiado viaje: el primero en subir al taxi fui yo, luego recogimos a Pablo, pasamos por la casa de Patricio y algo más tarde subió Marqui en Funes completando el pasaje y rumbeamos hacia la no tan lejana Cañada de Gómez,

Más de dos años habían pasado desde la asistencia a un recital para quienes surcábamos la autopista Rosario/Córdoba con una sonrisa que revelaba la felicidad por volver a compartir los shows como si ese tiempo y sus circunstancias se hubiesen borrado de un plumazo.

Ninguno discutía la calidad de los músicos pero nadie sabía demasiado de este proyecto conjunto más allá de algún que otro comentario que marcaba que harían música de los 60 y 70.

Con Miguel Zavaleta al frente ataviado como el capitán de la nave, los integrantes de La Titanic ingresaron al escenario con el Gringui Herrera disfrazado de pirata, Tito Losavio de oficial y Fernando Samalea (el más joven) de simple marinero.




Tito Losavio & Miguel Zavaleta

El arranque fue brutal: comenzó a sonar Smoke on the water en una versión tan extraña que fue dificultoso darse cuenta de qué tema se trataba. De ahí en más deberíamos acostumbrarnos por un buen rato no sólo al histrionismo de Zavaleta sino también a acomodar el oído para desenmascarar qué canciones se escondían detrás de esos arreglos formidables que convertían (literalmente) al cover en una cosa totalmente diferente al tema original, casi en una nueva canción podría decirse.

Huelga decir que esa “nueva” canción tenía un sonido tan potente y una calidad interpretativa tan exquisita que uno no podía dejar de preguntarse todo el tiempo ¿cómo se hace para ensamblar los arreglos de estas canciones sin  fisuras y sonando como los dioses?

Y así fuimos descubriendo clásicos inoxidables como Cocaine, Proud Mary, Obla Di Obla Da, Last train to London, Venus y Whole lotta love entre otros.

Párrafo aparte para dos temas: una versión sensacional de Living loving maid (she’s just a woman) de Led Zeppelin donde se sumó un bandoneonista local de apellido Gustaffson cuya interpretación le agregó un matiz de sonido tan novedoso como brillante. Y el cierre, a todo vapor (si vale el témino) con una versión arrolladora de Walking on the moon de The Police que marcó el final de la velada.

Quedó tiempo luego para colarse entre bambalinas y lograr una breve entrevista al Gringui Herrera primero y a Fernando Samalea después quienes, despojados de cualquier vedetismo o pose de rock stars se prestaron amablemente al diálogo que le propusimos Marqui y yo.



Gringui Herrera & Fernando Samalea

Y fue Fernando Samalea quizás el que mejor definió cuál es el concepto musical La Titanic cuando dijo que “el chiste es que ellos son tan buenos compositores que son un grupo de covers con versiones completamente diferentes habiendo dejado enormes canciones en el imaginario popular”   

Lo decía excluyéndose, como si él, su talento y la enorme lista de músicos a los que acompañó desde la batería fuesen otra persona y no la que minutos antes le había otorgado un soporte percusivo tremendo a ese puñado de clásicos que nos habían entregado, agregando “es maravilloso que, sin abandonar cada uno sus proyectos, seguimos divirtiéndonos como el primer día”, y eso se notó arriba del escenario.

No pudimos escuchar en la interpretación de su autor aquel viejo hit de los ’80 que fue “Amanece en la ruta” como supusimos con Marqui aunque, como lo mencionó el propio Herrera, si bien a veces lo incluyen en el set, Zavaleta lo considera un poquito “fuera de contexto” con relación al resto de los temas elegidos.

Luego fue momento de compartir la pizza acostumbrada y el brindis impostergable por el retorno a los recitales luego de tanto tiempo; y durante el viaje de vuelta, ya de madrugada, pensaba que el nombre obvio de esta crónica debía ser amanece en la ruta pero, gracias a la música que nos entregaron los integrantes de La Titanic imaginaba que tampoco quedaría tan mal modificarlo por otro que surgió recordando el viaje de ida y que sería algo así como un cover del título pensado originalmente.

Y entonces fue anochece en la ruta nomás, pero absolutamente todo lo que pasó bajo la luz de esa luna de marzo estuvo muy lejos de ser oscuro: fue, simplemente, brillante.



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