Estoy acostumbrado a acostumbrarme / con el insignificante sentido de las palabras / y no sé si el hombre le dio horas al tiempo / o el tiempo horas al hombre. Estoy libre en mis prisiones / calma siniestra por escapar / y no sé si los dioses crearon / el mundo para los hombres / o los hombres el mundo para los dioses / Estoy viviendo mi muerte / tácito pasillo que aborrece de oscuridad / y no sé si soy yo quien intenta escribir / o escribe quien intenta ser yo. "Hombre" de Fabricio Simeoni

7 de octubre de 2022

Guns´n Roses en Argentina

Si tenés comprado el ticket para ir a ver una mega banda que en su mejor época supo integrar el podio de las más grandes de su tiempo, si el clima de la noche acompaña con una temperatura ideal, si estás en el lugar que querés estar para disfrutar de algo que te gusta mucho, si estás acompañado por alguien que comparte ese mismo gusto por los recitales o quizás más; entonces uno puede preguntarse casi como un chiste:

¿Qué puede salir mal?

Algunos dirán que nada; otros, en cambio, que si el diablo mete la cola todo puede irse por la borda y desbarrancar sin remedio. Y no se trata de ningún chiste, por cierto, y es que un poco de todo eso fue lo que sucedió en el inolvidable show que los Guns n´ Roses ofrecieron el último día de septiembre de 2022 ante unas 70000 personas (si no más). Y ese fue una parte del problema sumado a nuestra tardía llegada al estadio que impidió ver Airbag, banda que ofició soporte y llegaba con buenos comentarios.

Entrada caótica con cinco cuadras de cola a menos de diez minutos provocaron que, atendiendo la extrema puntualidad para largar el concierto, miles de concurrentes ingresáramos con el show empezado.

Peor fue la sorpresa al llegar a la ubicación adquirida ya que todas las bocas de acceso a las tribunas estaban colapsadas de gente que pugnaba por entrar al sector de plateas lo cual generó desde insultos y amenazas hasta los previsibles apretujones y demás molestias que podrían haberse evitado tan sólo colocando gente de la organización del evento ordenando la entrada a cada sector del estadio.

Las 3 primeras canciones sólo fue posible escucharlas ya que la marea humana atascada en el ingreso impedía visualizar no solamente el gigantesco escenario sino también el campo de juego. En una palabra: era imposible acceder a la tribuna donde teníamos las plateas.

Perdidos por perdidos decidimos bajar desde lo alto de la tribuna Sívori hasta el ingreso en la planta baja donde, previa charla y discusión, se nos asignó una nueva ubicación digamos… menos peor y menos caótica.

Y fue desde allí, desde la platea Sívori Media, pudimos observar y disfrutar en condiciones medianamente razonables un show que no estaba en mis cálculos más optimistas y eso por varios motivos: en primer lugar porque Axl Rose luce saludable a pesar de los años, los maltratos al cuerpo y sus propios fantasmas.

La voz, tan rosca, cascada e inconfundible de siempre se conserva y aparece bancando temas con una polenta similar a la de hace 30 años que fue cuando pisaron estas tierras por primera vez. El hombre, ahora un tanto excedido de peso y algo calvo se las ingenia para moverse y correr con las lógicas salvedades del paso de los años.

Sin embargo, su compinche pelilargo, ruliento, con su infaltable galera y gafas negras se observa inoxidable, tanto física como artísticamente. Un despliegue de talento musical empuñando diversas guitarras que produce asombro al más distraído mientras te va llenando de rock por todos lados.


Porque de eso se trató en definitiva: fueron 3 horas exactas donde nadie se guardó nada, ni la banda ni el público que soportó todos los destratos que le propinó la organización y estamos hablando de una asistencia que superó (casi con seguridad) la cantidad de entradas vendidas.

Todo eso no importó a la hora de hacer temblar el cemento al compás de todos los clásicos porque no quedó absolutamente ninguno sin tocar que tuvo una yapa inolvidable para los amantes de los Beatles: el tema Paciencia arrancó con una intro que fue ni más ni menos que Blackbird. Aquí fue una respetuosa y ajustada versión acústica para dar paso al tema mencionado, lo mismo que el cierre ya con el público enfervorizado y la banda en un crescendo imposible de frenar desde 45 minutos antes del cierre con los bises más esperados.


Ese final llegó casi con la misma formación que inició esta historia luego de muchas idas y vueltas y egos encontrados para hacerle honor a su propio apetito por la destrucción y boicotearse casi hasta la disolución.

Han vuelto, es cierto que sin nuevos materiales originales pero también es cierto que han encontrado un set donde no falta ni sobra nada y que para llevar adelante hay que mantenerse en plena forma porque ofrecen 180 minutos de rock´n roll en estado puro (incluyendo las desprolijidades que eso significa) en una versión tan salvaje como uno pueda imaginar y con el talento y el oficio que estos Guns´n Roses modelo 2022 son capaces de brindar.

¡Salute¡ ¡Larga vida a Axl, Slash y demás compinches¡

El rock y nosotros nos sacamos el sombrero en este recital de lujo.

Están vivos y eso, tratándose de este tipo de gente, no es poco. Es, podría decir sin temor a equivocarme, casi un verdadero milagro.  

28 de agosto de 2022

Humo

 

                                                               Son nubes que lastiman
                                                               con un viento que quema

                                                               pero es fuego lo que asesina
                                                               y es humo lo que envenena

                                                               todos miran
                                                               todos sufren

                                                               olores que se respiran
                                                               bajo cenizas que arden

                                                               algunos miden sus bolsillos
                                                               mientras se muere con desdén

                                                               son nubes que lastiman
                                                               con un viento que quema
 
                                                               pero es fuego lo que quema
                                                               y es humo lo que envenena

24 de marzo de 2022

Karma Babilonia

               Mirás a tu alrededor y sólo ves
               eso que otros libraron al azar, 
               como relojes corriendo al revés
               en una maldición sin terminar;

               el destino es una extraña certeza
               que se olvida en cada ceremonia,
               y cuando todos buscan pureza
               surgen las ruinas de karma Babilonia;
 
               falta poco repiten muchos sin apuro
               marcando su fe en el calendario,
               y en señales de un pasado futuro
               sampleadas como silencio de radio;

               brillos de luna distinguida
               muestran la noche envidiable,
               y la fiereza de otra madrugada
               que se descubre implacable;

               el destino es una extraña certeza
               que se olvida en cada ceremonia,
               y cuando todos buscan pureza
               surgen las ruinas de karma Babilonia 

Diosa Khali - Singapur

23 de marzo de 2022

Anochece en la ruta - La Titanic

En los primeros días del mes de marzo recibí un flyer enviado por Beto Frangi anunciando la presentación de un grupo llamado La Titanic en la Casa del Bicentenario y, como siempre, invitando a transitar algo menos de cien kilómetros para ver un show en el cual, como sucede hace algún tiempo, parece tener activa participación en la organización del espectáculo,

Me comuniqué con Marqui y nos dijimos que esta vez no podría ni debía haber excusas: íbamos a estar ahí para deleitarnos con lo que fuera que hicieran Tito Losavio, Miguel Zavaleta, Gringui Herrera y Fernando Samalea; que algo bueno tenía que salir de semejante grupo de músicos y pusimos manos a la obra para armar el viaje buscando a alguien que nos llevara hasta allá.



La Titanic

Y así, sumando a Pablo Crash y Patricio Valverde, empezó a tomar forma la breve excursión hacia la otrora Capital Argentina del Mueble; que vamos en taxi, que dormimos en un hotel, que vamos en colectivo, que nos pedimos un remise trucho y diversas alternativas se barajaron hasta que confirmamos a David para nuestro traslado quien, para nuestra sorpresa, pidió si podíamos conseguirle una entrada, ya que le gustaba lo que iríamos a ver.

Restaba únicamente aguardar la llegada del día y la hora señalada para iniciar el ansiado viaje: el primero en subir al taxi fui yo, luego recogimos a Pablo, pasamos por la casa de Patricio y algo más tarde subió Marqui en Funes completando el pasaje y rumbeamos hacia la no tan lejana Cañada de Gómez,

Más de dos años habían pasado desde la asistencia a un recital para quienes surcábamos la autopista Rosario/Córdoba con una sonrisa que revelaba la felicidad por volver a compartir los shows como si ese tiempo y sus circunstancias se hubiesen borrado de un plumazo.

Ninguno discutía la calidad de los músicos pero nadie sabía demasiado de este proyecto conjunto más allá de algún que otro comentario que marcaba que harían música de los 60 y 70.

Con Miguel Zavaleta al frente ataviado como el capitán de la nave, los integrantes de La Titanic ingresaron al escenario con el Gringui Herrera disfrazado de pirata, Tito Losavio de oficial y Fernando Samalea (el más joven) de simple marinero.




Tito Losavio & Miguel Zavaleta

El arranque fue brutal: comenzó a sonar Smoke on the water en una versión tan extraña que fue dificultoso darse cuenta de qué tema se trataba. De ahí en más deberíamos acostumbrarnos por un buen rato no sólo al histrionismo de Zavaleta sino también a acomodar el oído para desenmascarar qué canciones se escondían detrás de esos arreglos formidables que convertían (literalmente) al cover en una cosa totalmente diferente al tema original, casi en una nueva canción podría decirse.

Huelga decir que esa “nueva” canción tenía un sonido tan potente y una calidad interpretativa tan exquisita que uno no podía dejar de preguntarse todo el tiempo ¿cómo se hace para ensamblar los arreglos de estas canciones sin  fisuras y sonando como los dioses?

Y así fuimos descubriendo clásicos inoxidables como Cocaine, Proud Mary, Obla Di Obla Da, Last train to London, Venus y Whole lotta love entre otros.

Párrafo aparte para dos temas: una versión sensacional de Living loving maid (she’s just a woman) de Led Zeppelin donde se sumó un bandoneonista local de apellido Gustaffson cuya interpretación le agregó un matiz de sonido tan novedoso como brillante. Y el cierre, a todo vapor (si vale el témino) con una versión arrolladora de Walking on the moon de The Police que marcó el final de la velada.

Quedó tiempo luego para colarse entre bambalinas y lograr una breve entrevista al Gringui Herrera primero y a Fernando Samalea después quienes, despojados de cualquier vedetismo o pose de rock stars se prestaron amablemente al diálogo que le propusimos Marqui y yo.



Gringui Herrera & Fernando Samalea

Y fue Fernando Samalea quizás el que mejor definió cuál es el concepto musical La Titanic cuando dijo que “el chiste es que ellos son tan buenos compositores que son un grupo de covers con versiones completamente diferentes habiendo dejado enormes canciones en el imaginario popular”   

Lo decía excluyéndose, como si él, su talento y la enorme lista de músicos a los que acompañó desde la batería fuesen otra persona y no la que minutos antes le había otorgado un soporte percusivo tremendo a ese puñado de clásicos que nos habían entregado, agregando “es maravilloso que, sin abandonar cada uno sus proyectos, seguimos divirtiéndonos como el primer día”, y eso se notó arriba del escenario.

No pudimos escuchar en la interpretación de su autor aquel viejo hit de los ’80 que fue “Amanece en la ruta” como supusimos con Marqui aunque, como lo mencionó el propio Herrera, si bien a veces lo incluyen en el set, Zavaleta lo considera un poquito “fuera de contexto” con relación al resto de los temas elegidos.

Luego fue momento de compartir la pizza acostumbrada y el brindis impostergable por el retorno a los recitales luego de tanto tiempo; y durante el viaje de vuelta, ya de madrugada, pensaba que el nombre obvio de esta crónica debía ser amanece en la ruta pero, gracias a la música que nos entregaron los integrantes de La Titanic imaginaba que tampoco quedaría tan mal modificarlo por otro que surgió recordando el viaje de ida y que sería algo así como un cover del título pensado originalmente.

Y entonces fue anochece en la ruta nomás, pero absolutamente todo lo que pasó bajo la luz de esa luna de marzo estuvo muy lejos de ser oscuro: fue, simplemente, brillante.



10 de octubre de 2019

King Crimson en Argentina

“King Crimson solicita y agradece que los asistentes no utilicen ningún elemento de tecnología para grabar, fotografiar o filmar este recital”. Palabras más, palabras menos, una dama en español y luego un caballero en amable inglés se dirigieron al público advirtiendo verbalmente lo mismo que un cartel anunciaba desde el escenario acerca de qué ocurriría con aquel que desafiara los deseos de los integrantes de la banda que habíamos ido a ver colmando un Luna Park esplendoroso. Más allá de lo comprensible o incomprensible del asunto, esas fueron las pautas del juego que marcaban, además, que Tony Levin sería el encargado de dar el visto bueno para tomar fotografías cuando él captara imágenes con su propia camarita, sólo que eso ocurriría una vez que el show hubiese concluido y los siete estuvieran saludando a la multitud. 

Aún sin compartir la idea, la regla se respetó; quedando la impresión que King Crimson quería que sólo usáramos nuestra capacidad sensorial para grabar, filmar y fotografiar guardándolo en la memoria y se sabe: dentro de algún tiempo esa treta funcionará de maravillas porque con  cada año que transcurra, el recuerdo lo hará todavía más excepcional de lo que fue.

No resulta menor mencionar que todos esperamos el inicio de un recital con expectativas que son personales y difícilmente, más allá de obvias homogeneidades, pueden repetirse con exactitud entre los asistentes. En nuestro caso logramos sumar nueve amigos a la asistencia y estoy seguro que fueron nueve expectativas distintas en algún punto sobre lo que aguardábamos, aún cuando la mayoría ya había visto todo (o casi) gracias a Youtube. 

"En suaves mañanas grises / las viudas lloran / los sabios comparten un chiste / y yo corro para tomar signos de adivinación / para conocer el engaño / El bufón amarillo no juega / pero gentilmente tira de las cuerdas / sonríe / mientras los títeres bailan / en la corte del Rey Carmesí”

Así reza parte de la letra de “In the court of the King Crimson” y queda a criterio de cualquiera colocarse dentro de las viudas, los sabios, los bufones y los títeres. No creo equivocarme si digo que esta genial enumeración nos incluía a todos. A ellos y a nosotros. Y, como suele ocurrir en estos casos, la puntualidad volvió a ser inglesa, con los infaltables quince minutos de tolerancia que pusieron punto final a la espera de un cuarto de siglo para que el Rey Carmesí tocara nuevamente en la Argentina.

Y fue entonces que, con las luces del escenario encendidas, elegantemente vestidos, de uno en fondo, con Mastelotto a la cabeza y el imperturbable Fripp cerrando fila y haciendo honor a esa imagen que lo coloca entre un androide y un ser humano pisando Sudamérica dio comienzo esta historia con Hell Hounds of Kim y un furioso triple solo de batería (no sería el último) que sirvió para ir calentando un ambiente ya de por sí caldeado por la razonable ansiedad.

Ese sonido armónico que logran Pat Mastelotto, Gavin Harrison y Jeremy Stacey constituye una verdadera pared percusiva que sobresale mucho más allá de sus talentos particulares. Como muestra de ello, Stacey agrega a su instrumento natural los teclados de la banda en una multifunción difícil de encontrar y mucho más aún de ejecutar.

De este modo arrasador se inició el show ante un público totalmente hipnotizado.

Podría decirse que la 1ª parte fue desarrollándose con el virtuosismo que todos presumíamos y los temas iban desgranándose para dejarnos con la boca abierta del asombro. Y así fueron transcurriendo, entre otros, “In the court of the King Crimson”, “Cat Food”, “Moonchild” hasta arribar al último tema “Indiscipline”, elaborando algo como un “Frame by Frame”, un crescendo tan tremendo que cuando terminó la primera parte todos nos quedamos con ganas de más pero tuvimos la certeza que se había tratado de un imponente preludio para un tsunami que nos pasaría por encima si es que alguno pudo sostenerse en pie luego de ese vendaval inicial.

Para ello hay que sumar al trío de cancerberos ya mencionado, al histórico Mel Collins en los vientos a quien le contabilizamos dos o tres saxos, un par de flautas traversas y algún que otro clarinete haciendo de sus intervenciones algo delicioso con ese aire jazzero mezclado con rock y jam sessions pero insertado en la compleja melodía de Crimson.

A su lado el inoxidable Tony Levin, alguien que pese a mostrarse resfriado paseó su maestría como sostenedor de base a partir de la ductilidad de esos increíbles dedos nos sólo para dominar el bajo y el stick sino ofreciendo un inolvidable solo de contrabajo por algo más de 5 minutos.

Al costado, Jakko Jakzyk liderando las voces y haciéndose cargo de la segunda guitarra (lugar que alguna vez ocupó Adrian Belew), presentando un aspecto similar al actual de Jimmy Page y un tono vocal que remitía inconfundiblemente al fallecido Greg Lake, circunstancia que acaso no sea una casualidad ya que la “excusa” de esta gira mundial ha sido el 50º aniversario del lanzamiento de In the Court…, y donde aquel entrañable músico fue mucho más que un partícipe necesario.

Para cerrar el ¿septeto? ¿hepteto? la figura de un señor bajito, calvo, con auriculares y sentado sobre el borde de una banqueta como pidiendo permiso por estar ahí y “apenas” equipado con una guitarra, un mellotron y una especie de panel de control donde monitorea todo lo que ocurre en el escenario: ni más ni menos que Robert Fripp y su escasez de movimientos corporales salvo, y lo resalto porque me fascinó, sus dos manos y, claro, eso era suficiente porque lo que esas dos manos hacen manipulando las cuerdas es algo que excede cualquier comentario. Podría asegurar que esas extremidades nos transportaron por más de dos horas y media al Planeta Fripp.

Escuchándolo pensaba hasta qué punto soportaría el sistema de sonido la planificada distorsión que forma parte de los intrincadísimos arreglos que tienen las canciones de Crimson. Y la respuesta fue que siempre había espacio para un poco más, que la guitarra jamás se descontrolaría y que las melodías son tan perfectas que cuando todo parece estallar en pedazos siempre deviene un “stop” para que el trío de las bestias percusivas impongan el camino, retomen el ritmo y el tema, de algún modo, vuelva a empezar; porque de eso se trata: de recrearse y de renovar lo que ya está hecho para que continúe siendo joven y asombroso al mismo tiempo.

Unos veinte minutos y la fila india volvió a las tablas para iniciar la 2ª parte igual que la anterior, con otro solo triple, aunque esta vez agregando una especie de diálogo entre los bateristas al compás de sus respectivos parches. Y a partir de ahí sonaron esas canciones que esperábamos pero reinventadas, porque uno puede escuchar “Discipline” o “Insdiscipline”, puede regodearse con “Red” o “Epitaph” pero nunca sonarán igual a como uno las tiene en la cabeza y eso, creo yo, es la verdadera magia de Crimson constituyendo su auténtica marca registrada.  

Mientras algunos de nosotros nos preguntábamos cómo volver a ver un recital luego de presenciar éste, sonó uno de los temas que yo ansiaba escuchar y fue, en mi modestísima opinión, el punto culminante tanto emocional como instrumentalmente. Disfrutando de los acordes de “Island” le dije a Ricardo “esto es una verdadera exquisitez” y él me respondió “es cierto, es como si estuviéramos comiendo caviar en este mismo instante”. Fue, amigos, una interpretación brillante pero que encabezó una seguidilla excepcional con “Red” y “Starless” (único cambio de luces de la noche que mutaron al consabido rojo) para gratificar al Dr. González.

Y entre la admiración y la incredulidad nos fueron llevando al final donde los acordes de “Epitaph” no lograron (por suerte) que mi amigo Marquínez cumpliera su promesa de suicidio y el bis llegó con “21st Century Schizoid Man” donde la banda dio rienda a lo que le quedaba para entregar y aplastarnos del todo con su virtuosismo.  

A continuación, y como se había anunciado antes que todo empezara, Tony Levin apareció con su cámara invitando al resto de los mortales a imitarlo y capturar a los siete monstruos que habíamos visto y oído incluyendo a ese pequeño hombrecito ya despojado de sus auriculares y que se ofrecía desnudo de sus armas instrumentales ante la gente que lo ovacionaba de pie y sin que realizara el mínimo gesto, algo así como la contemplación de la pleitesía que le tributábamos los asistentes desde las gradas y plateas.

Queda entonces, mis amigos, más allá de los matices personales, musicales y profesionales que alguien pueda hacer, la vivencia de lo que fue esa noche de Luna Park, justo el día que John Lennon hubiese cumplido 79 años.

Y de esa excursión quedarán para siempre cosas pintorescas: el viaje en bus enfrentando nubarrones y presagios de fea tormenta, la pizza previa en El palacio de la pizza sobre calle Corrientes y, para cerrar esta crónica, la ocurrente frase de Marqui cuando, en medio del fragor del recital, dijo “…Y, después de escuchar esto, lo único que queda es volver a Funes, comernos un asadito y empezar a llevar una vida austera…”


Pudimos comprobarlo: el Rey vive, larga vida al Rey.

Estuvimos ahí.    

16 de octubre de 2017

Ian Anderson´s Jethro Tull


Se completó el círculo de una trilogía perfecta: en el período casi exacto de un año desfilaron Adrian Belew, Carl Palmer y Ian Anderson; integrantes esenciales de bandas trascendentes del rock sinfónico como King Crimson, ELP y Jethro Tull respectivamente.
Le tocó cerrar ese dibujo figurado a Ian Anderson y, como el último de esa lista ilustre, acabó siendo un verdadero plato fuerte sin el menor desperdicio.
Calvo, con barba candado y chaleco negro abierto sobre una remera blanca asomó en el escenario junto al resto de la banda con esa tranquilidad tan habitual que muestran los grandes en serio.
-      ¿No es igual a Walter White? fue la primera reacción ante el innegable parecido físico con Bryan Cranston, el protagonista de Breaking Bad.
Pero fue sólo un detalle de color, luego destiló una personalidad tan deslumbrante como inimitable que envolvió a todos los asistentes del teatro donde los viejos fanáticos de Jethro Tull lucían sus remeras de recitales anteriores, acaso para demostrar que la leyenda sigue viva.
Y la banda, una máquina bestial y aceitada como era de suponer, arrancó a todo vapor con un ensamble tan acabado de melodías rockeras, celtas, sinfónicas y bluseras que resulta inclasificable; a lo que debe sumarse la inclusión de esa notable flauta traversa, un instrumento tan extraño en este género como bien podría serlo una tuba.
Pero esa rareza, en este caso, lo acaba convirtiendo en un elemento de vital y exquisito al igual que su intérprete, quien le agrega sus propios sonidos de gritos, soplidos y gruñidos casi guturales para completar un combo tan particular que no reconoce otro igual.
Porque de eso se tratan algunas cosas: ser único a partir de la perfección y no al revés. Ian Anderson, con sus siete décadas a cuestas, sigue mostrando que viejo es el viento y todavía sopla; y que su idea musical continúa siendo tan válida que, escuchando esa mixtura de virtuosismo y contenido desenfreno, uno termina diciéndole al de al lado ¡Qué genial es este tipo!
Y así fue sucediendo durante el desarrollo de todo el set list elegido para la presentación entre nosotros. Con dos partes bien definidas: la primera donde las melodías y los pulidos arreglos en las ejecuciones mostraron la vigencia de clásicos inoxidables como Heavy horses, Thick as a brick, Banker bets banker wins, Far on the freeway para completarla con la icónica Too old to rock´nroll too young to die.
Los quince minutos de intervalo fueron la calma que precedió a la tormenta que se desató sobre el escenario con una contundencia para perder el aliento.
El arranque de la segunda, con Sweet dreams, fue demoledor y no se detuvo hasta el final; Past time with good company y una Toccata and fugue in D minor fueron muestras de esa aplanadora que se abalanzaba sobre nosotros hasta aplastarnos, literal y definitivamente, con una versión memorable de Aqualung y el bis de Locomotive breath.
Ian Anderson o Jethro Tull, que acaso sean lo mismo, suenan como si lo hubieses escuchado todo el tiempo sin siquiera darte cuenta de quiénes se trataba. Son tan fabulosas las melodías que nunca pierden vitalidad y logran que Jethro sea como esos amigos que, aunque pases tiempo sin verlos, están siempre a mano y, de algún modo, te sanan, te curan, te transforman; porque sus ritmos no son iguales a los de nadie pero uno puede reconocerlos claramente dentro de otras bandas, como por ejemplo en ciertos temas del enorme Génesis en tiempos de Peter Gabriel.
Párrafo aparte para el resto de los músicos, absolutamente virtuosos en lo suyo, y el uso y despliegue de elementos virtuales desde la pantalla de alta definición: complementando y hasta reinventando la tarea vocal y musical de Anderson pero con una exactitud y perfección digna de un asombro al borde de la hipnosis.
El público, respetuoso y conocedor, no insistió con más bises porque sabía que el final había sido el que fue y se marchó con la certeza de haber presenciado un show imposible de olvidar. A partir de ahí comenzó otro momento: el de comentarlo, revivirlo y volver a asombrarse comida y bebida de por medio.
Tal vez como al propio Ian Anderson y a su entrañable Jethro Tull les hubiese gustado.

7 de septiembre de 2017

La huesuda - fotografía, audio y video

"La Huesuda" 
Video by Lupus & Marqui

Imagen de San La Muerte
Camino Rural - Funes - Santa Fe
fotografía by Lupus
Un frágil hormiguero
sostiene ofrendas,
oculta calaveras;
dispersas alrededor
yacen petacas vacías
y colillas apagadas;
frente al sol,
con sus ojos rojos
opacos y penetrantes,
la huesuda espera
un cometido sin apuro;
invocando sus poderes
alguien la dejó ahí,
escribió un mensaje
con esa estatua de yeso;
aquí estoy, desafía
debo cumplir la promesa
parece decir;
mientras tanto, 
el terror me protege
de mentiras y no temo 
a dioses de barro;
por estos lugares
todos conocen la historia,
todos saben quién soy;
el resto, son habladurías. 

Escuchar La Huesuda

30 de agosto de 2017

Niños

Camino Rural - Funes - by Lupus

El horno para fabricar ladrillos humea impasible,
oculta una soga que termina en un grueso nudo,
en un cadalso inquietante;
ahí nomás, una cabeza pequeña, con los ojos abiertos
y un cuerpo invisible señalan al destino
otro enigma sin resolver;
se respira un hediondo silencio,
una pérdida que no reconoce tiempo ni pasado,
que apenas refleja la cara misma de la nada;
al costado, como una perfecta paralela,
un canal de agua servida fluye sus desperdicios,
el viento se fragmenta en remolinos
y detrás de un rancho de mala muerte
va cayendo el sol del atardecer;
vuelvo a mirar, y como una ofrenda de viejos domingos
de cementerio,
la cabeza permanece inmóvil en esa horca precaria;
entonces, desde algún lado, una voz me habla:
“soy un niño”, dice;
y escuchándola, no logro, tampoco sé si quiero
escapar de mis fantasmas;
“soy un niño”, me repite;
en estos lugares, pienso, el humo de los hornos
quema todas las cenizas de la infancia,
y caminar por el basural es un juego absurdo,
una sentencia inútil, una condena perversa;
“es la soga que me matará de una buena vez”, presagia
“me gusta mirarte fijo, que tiembles confundido”,
luego, ya no había sol y el viento soplaba con más fuerza,
“estas ráfagas serán mis verdaderos verdugos,
serán ellas quienes patearán la horca”, explica;
“pero no te vayas todavía”, pide también;
“la última foto que tomarás de mí, te aseguro, 
será tremenda"
                 Escuchar Niños

6 de agosto de 2017

Buen día TV

Dibujo by Lupus
Otra mañana que se abre
y en la televisión asoman
derivas perpetuas
alienaciones incurables;
paranoias encerradas
entre rayos catódicos,
impulsos y fetiches
sublimando la pantalla;
una maquinaria incansable
que agota las palabras;
un engranaje magnético
de dibujada belleza
de fugaz eternidad;
y entonces, en algún punto,
la imagen se vuelve aciaga
tan asesina, tan caníbal
como el apetito que devora
a los siempre amables
predicadores de dinosaurios.

3 de agosto de 2017

Ecos de una sombra

Fabián Polosecki
Lo veo venir, como todas las tardes,
doblar la curva y ocultar
ese cartel que me asquea, ese Santos Lugares
que trato de ignorar, de no suponer;
todas las tardes igual, surge una luz
que enciende los pastizales,
la bocina que ensordece y luego
el gusano de hierro,
su impasible traqueteo;
lo veo venir, lo tengo en la memoria,
la curva, la luz, el sonido de los frenos;
pero esta tarde es rara, diferente,
mis ojos no encuentran el sol y mis oídos
apenas escuchan rumores
ecos de una sombra que pronto mutará
oscuro anochecer;
lo veo venir, como todas las tardes,
el reloj marcando las 4 PM
y estoy parado en el lugar perfecto;
miro esa luz que avanza y, por una vez,
me siento infalible.
Entonces sucede.
Entonces vuelo.
                                 a Polo