IX
Almanaques
Llueve de lluvia la turbia espera de una muerte blanca,
las gotas impregnan su cielo de matices
y las palabras se silencian en altillos
ocultos desde siempre.
Todos estamos solos.
El desvelo de una cara conocida visita la memoria,
las ramas de los árboles acaparan sombras
y las cosas parecen extinguirse viajando a otros lugares;
como en los extremos del principio,
hay destinos que son certezas previsibles
y hojas de los almanaques girando sin final.
Todos estamos solos.
Todos guardamos viejos disfraces debajo de la mesa.
X
Intenciones
Me miro en las piernas un devenir de caminos cruzados
como si la partida de unos viejos barcos fuesen puertos abiertos a deseos postergados;
no es posible imaginar un telón de envidias en ráfagas desapercibidas,
no es casual este otoño que desmadra los árboles en mi memoria;
el encanto de unos dedos ásperos abandonan el sigilo en medio de la madrugada
y su rocío pegado a mis rodillas se desvanece en secretas excusas;
no aparecen los ritos
no alumbran los candelabros;
en esta noche de insospechada lejanía no hay luz para iluminar intenciones,
a mis manos abiertas dibujándose de perdones.
Me vuelvo a mirar las piernas en aquel mar de naves a la deriva:
debajo de la ropa sólo asoma oscuridad.
XI
El otro
Él está fuera de mí;
es un secreto caparazón que reniega desnudarse bajo las sombras y desquita en palabras sus temores;
él nunca necesita la humanidad de los perros ni la paz del césped mojado para sonreír,
para dilatar en eclipses sus soles perdidos;
apenas lo supongo una calavera adormecida sacudiéndose las cenizas
pero él reaparece de los letargos por los rincones y me centra en sus ojos hasta empalidecerme,
hasta despuntar de mis labios temblores imperceptibles;
yo sé qué significan el miedo en las tardes de lluvia y qué esconden las voces en cuerpos encendidos,
yo sé que él está fuera de mí;
amenaza con sustraerme los negros y dorados de un lienzo de girasoles
y ya no puedo mirarlo cada vez que desliza sus retinas desde una vidriera de cristal.
Hace tiempo que me he resignado a ser una marioneta,
hace tiempo que extraño sus juegos obscenos.
XII
Fantasmas
El estrago de un verso dormido desgarra mentiras y verdades en lastimaduras de palabras,
nadie soporta el peso de un fantasma sin atarse a su destino de prisionero;
alguien sabe todo de mí pero pretende más y más;
el mundo no es más que un universo de simulaciones superpuestas,
el viento borra mis últimas huellas y esconde en los árboles sus presagios de intimidad;
yo nunca estuve seguro de nada y encontrar bálsamos para anestesiar puntos y aparte
no será un camino simple.
Debería empezar a descubrirme clandestino.
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