Estoy acostumbrado a acostumbrarme / con el insignificante sentido de las palabras / y no sé si el hombre le dio horas al tiempo / o el tiempo horas al hombre. Estoy libre en mis prisiones / calma siniestra por escapar / y no sé si los dioses crearon / el mundo para los hombres / o los hombres el mundo para los dioses / Estoy viviendo mi muerte / tácito pasillo que aborrece de oscuridad / y no sé si soy yo quien intenta escribir / o escribe quien intenta ser yo. "Hombre" de Fabricio Simeoni

12 de octubre de 2007

ANATOMÍAS PRESTADAS 4

XIII

Conclusiones

“…me iré desnudo como llegué,
lo que me diste cabe en una mano…”
JOAN MANUEL SERRAT

Nada
nadie
nunca

el tiempo es una llovizna gris
por los rincones se aparean cuervos
sedientos de piedad
y en la calle no quedan rastros de ella;
el viento desata nudos en mi piel
desespera de limosnas
en una tarde sin palabras

Nada
nadie
nunca

un silencio frontal esconde sus labios
en la soledad de mis manos;
me clavo en cruces negras
me flagelo en harapos
lloro
soy la cara de muchos engaños
la culpa y la moraleja

Nada
nadie
nunca

como si la conclusión fuese agotarla
recuerdo la sangre y los peldaños de sus piernas
doblegando agujas y cornisas;
ella no mira hacia atrás
yo me quiebro entre las sábanas
y los perdones ya desaparecieron descalzos,
se ocultaron detrás de una puerta roja
sin llave…

XIV

Visiones

Las heridas abiertas
se curan en silencio
desde la ventana

(afuera llueve)

hace rato que el último auto pasó por la calle
que el mendigo se acostó en el umbral
pero algo falta en el paisaje;

ya no quedan boletos
los viajes se agotaron sin incluirme
y el neón de unas pocas luces no basta
para descubrir las pisadas;

presiento que esos aullidos lejanos le pertenecen
que sus ojos ahora buscan otros ojos
que debajo de su piel sobran las palabras;

alguien llora mirando el cielo
yo giro y giro entre calles muertas
y nubes que corren;

(afuera sigue lloviendo)

el sueño terminó.

XV

Quietud

Me imagino entre viejos cielos de fuego
y una libertad a punto de ser quebrada.
Me pregunto por esos tránsitos que nunca han sido fuentes
de mejores destinos pero, lo admito,
nunca evitarán los lugares comunes.

Me maldigo.

Palabras y más palabras envuelven esta quietud
como si abandonarme fuese tan pesado
como quitarme las sílabas y sus acentos;
acabo mirando por la ventana
el mismo y difuso paisaje de siempre:
veo ojos
veo miradas
enlazo las manos sobre un cuerpo revestido de guiones
e intento despistarme,
sostengo todas mis manchas sin limpiar
y descubro que no soy sólo barcos partiendo sin crepúsculo.

Nadie me ve.
Nadie me espera.

Vuelvo a ser ese manso río que arrastra
los tiempos de la infancia…

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