a Ricardo Guiamet
Diez partituras de Aida
estaban sobre un piano
apiladas, olvidadas
sin orden, sin compañía
parecían esperar nuevos destinos
luces de otras épocas
implorar tiempos mejores
las horas de los grandes escenarios
entonces vi sus manos inquietas
temblando como sólo tiemblan las hojas
y más tarde percibí el olor de la calle
impregnando aquellos viejos pentagramas
las notas oscuras, los papeles amarillos
mojándose con el rocío de la noche
yo vi esa escena inmóvil
como una máscara de cera
un restar diez menos uno
que poco y nada cambiaba
y fueron veinte metros o veinte segundos
de pensamientos irreversibles
pero juraría que escuché a un Verdi
real e inesperado
juraría que vi a ese mismo Verdi sonreír
cuando juntos doblaron la esquina
estaban sobre un piano
apiladas, olvidadas
sin orden, sin compañía
parecían esperar nuevos destinos
luces de otras épocas
implorar tiempos mejores
las horas de los grandes escenarios
entonces vi sus manos inquietas
temblando como sólo tiemblan las hojas
y más tarde percibí el olor de la calle
impregnando aquellos viejos pentagramas
las notas oscuras, los papeles amarillos
mojándose con el rocío de la noche
yo vi esa escena inmóvil
como una máscara de cera
un restar diez menos uno
que poco y nada cambiaba
y fueron veinte metros o veinte segundos
de pensamientos irreversibles
pero juraría que escuché a un Verdi
real e inesperado
juraría que vi a ese mismo Verdi sonreír
cuando juntos doblaron la esquina
3 comentarios:
impecable y sutil, me gustó mucho. Un abrazo.
gracias amigo
su opinión es tan valiosa como bienvenida
abrazo
te lo dije... lo lograste
percibí esa mirada cómplice
besos
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