Estoy acostumbrado a acostumbrarme / con el insignificante sentido de las palabras / y no sé si el hombre le dio horas al tiempo / o el tiempo horas al hombre. Estoy libre en mis prisiones / calma siniestra por escapar / y no sé si los dioses crearon / el mundo para los hombres / o los hombres el mundo para los dioses / Estoy viviendo mi muerte / tácito pasillo que aborrece de oscuridad / y no sé si soy yo quien intenta escribir / o escribe quien intenta ser yo. "Hombre" de Fabricio Simeoni

1 de abril de 2014

Olores

Tren de la Costa - Estación Olivos - Buenos Aires
Llevo olores pegados como si fuesen cuerpos injertados, resabios indelebles de aquellos lugares donde mis manos demoraron su paso.

Soy alguien diminuto, acaso intrascendente; alguien que sólo puede cargar como equipaje un puñado de aromas tamizados con sabor a canela y manzanas silvestres.

Esos olores se pueden mezclar, tal vez evaporarse, pero algunos permanecen adheridos a la piel hasta volverse imborrables.

Fue una tarde de verano cuando tuve ocasión de tocarla; cuando se desplegó unos breves segundos y me envolvió con sus cabellos, el contorno de sus pechos intensos y la voracidad de sus labios rojos.

Tengo grabado ese instante en la memoria desde entonces; y también el perfil de su cara desapareciendo al final del andén.

Lo recuerdo hoy, a la hora de la siesta y cuando todos los trenes pasan de largo sin detenerse desde hace meses porque ya nadie desciende en esta vieja estación.

Aún así, estoy decidido a esperar: conservo para ella un olfato devastador.    

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